Segundo ejemplo: Cómo Cervantes estuvo a punto de no poder escribir el Quijote.
En oportunidad de una visita que hice a Sevilla, hace ya viarias décadas, tuve la oportunidad de conocer la sede del Consejo de Indias, en la que estaban expuestas en las mesas-vitrinas de la gran Sala central, copias de documentos importantes relativos a la Conquista y consecuente Colonización española de América.
En esa recorrida informal, fijó mi atención una carta, expuesta en una de las referidas vitrinas, firmada por M. de Cervantes y Saavedra, fechada en 1590, en la que pedía al Rey se lo designara en un cargo, en las tierras de Indias. Dicha solicitud aparece trasladada por el Monarca al Consejo de Indias, que se pronunció negativamente al respecto, en una prieta nota puesta al pie mismo de la firma del peticionante, en la que se decía, con términos de no desprovistos de sarcasmo: "búsquelo aquí y lo hallará de acuerdo a sus merecimientos". Tal decisión estaba refrendada por el Doctor Núñez Morquecho y se encuentra fechada en Madrid, junio de 1590.
No pude menos de reflexionar en tal momento, que -muy probablemente-, ese rechazo, cruel para el peticionante, fuera el que hiciera posible que Cervantes pudiera gozar del ámbito físico y cultural necesarios para que pudiera desenvolver su genio y concretar la obra literaria más grande de las letras castellanas; de muy difícil o imposible gestación, a mi entender, en el rudo trajinar de una lejana Colonia, poco propicia para los menesteres intelectuales; que lo hubiera llevado, muy probablemente, a emprender el camino de las armas, cuando ya Lepanto (1571), no era más que un recuerdo en su trajinada vida.
Cabe concluir, entonces, que ese ignoto funcionario del Consejo de Indias (cuyo nombre debería -piadosamente- olvidarse) prestó, con su torpe negativa, uno de los servicios más grandes que se han hecho a la Literatura Universal, al obligar a Cervantes a permanecer en España, y así, concretar su genial relato de las aventuras de Quijote y Sancho Panza, que -muy probablemente- ya estuviera esbozándose en su mente.
En esa recorrida informal, fijó mi atención una carta, expuesta en una de las referidas vitrinas, firmada por M. de Cervantes y Saavedra, fechada en 1590, en la que pedía al Rey se lo designara en un cargo, en las tierras de Indias. Dicha solicitud aparece trasladada por el Monarca al Consejo de Indias, que se pronunció negativamente al respecto, en una prieta nota puesta al pie mismo de la firma del peticionante, en la que se decía, con términos de no desprovistos de sarcasmo: "búsquelo aquí y lo hallará de acuerdo a sus merecimientos". Tal decisión estaba refrendada por el Doctor Núñez Morquecho y se encuentra fechada en Madrid, junio de 1590.
No pude menos de reflexionar en tal momento, que -muy probablemente-, ese rechazo, cruel para el peticionante, fuera el que hiciera posible que Cervantes pudiera gozar del ámbito físico y cultural necesarios para que pudiera desenvolver su genio y concretar la obra literaria más grande de las letras castellanas; de muy difícil o imposible gestación, a mi entender, en el rudo trajinar de una lejana Colonia, poco propicia para los menesteres intelectuales; que lo hubiera llevado, muy probablemente, a emprender el camino de las armas, cuando ya Lepanto (1571), no era más que un recuerdo en su trajinada vida.
Cabe concluir, entonces, que ese ignoto funcionario del Consejo de Indias (cuyo nombre debería -piadosamente- olvidarse) prestó, con su torpe negativa, uno de los servicios más grandes que se han hecho a la Literatura Universal, al obligar a Cervantes a permanecer en España, y así, concretar su genial relato de las aventuras de Quijote y Sancho Panza, que -muy probablemente- ya estuviera esbozándose en su mente.
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